La primera aventura:
Encontramos con Joan al Caixa Forum para ir en su coche al Montserrat. No quería ver zonas turisticas y por eso Joan me llevó al otro lado de las montañas y caminamos hacia una casita como un refugio. Afortunadamente llevé los zapatos deportivos de Begoña, porque tuvimos que escalar por unas roquas abruptas. Despues de subir ese barranco hicimos un picnic. Mientras comimos los bocadillos empezó a llover un poco. Y antes de que llegemos al refugio, llovía la mar de mucho. El paraguas de Juan fue útil, pero no ha protegido a nosotros dos.
Bebimos un café, parlamos con los otros escaladores y observamos como unos deportistas subieron al tope de una roca y luego bajaron en plena lluvia. Lluvió como si fuera un diluvio. Tambien había trueños fuertes y relámpagos. Despues de más o menos media hora el aguacero se tranquilizó y decidimos volver al coche aunque esto significara que al final estaríamos mojados completamente. Por la lluvia los caminos se habían convertido en arroyos por los que tuvimos que vadear. La ironía del destino era, que una hora despues, justamente cuando llegamos al coche se acabó de llover. Bueno, estabamos de buen humor, porque no hacía frío y "weil wir nicht aus Zucker sind". (No somos de azúcar)
La segunda aventura:
Conducimos alrededor de las montañas. Joan sabía los nombres de cada uno de los roques, pero desafortunadamente ya los he olvidado.
Plan A: Hacía Terrassa. Buscar un restaurante. Estar perdido. Al fin: restaurante cerrado. Plan B. Estuvimos perdido otra vez. Pero sólo un poco.
LLegamos al Pantano de Vallvidrera, con un entorno como un paraiso verde. Un merendero como en los años 50: los perros del dueño corriendo y ladrando, su nieto jugando, mesas simples al aire libre como en una zona de picnic. Endentro y en la cocina era un caos total. En el centro del comedor grande estaba sentando el señor dueño escribiendo la cuentas para cada mesa en trozos de papel. El delantal de su esposa (supongo) y la máquina de café estaban ambos negros con la suciodad. Sorprendí, que los platos que trayó una chica a los demás, estaban bonitos y apetitosos. Gentilmente Joan me preguntó si quería comer aquí. Mandamos una ensalada, encurtidos, un plato de pollo con frijoles, pan tostado con tomate, agua y cerveza. Todo estaba bueno. No estoy enferma todavía (lo escribo hoy, 6.6.). Entonces, la comida había debido de ser buena. Servietas no había, por eso fuí a buscar un papel. Lo encontré entre un montón de platos tanto limpios como usados. No problema, hay de todo! La cuenta a nombre de Joan acendió a 14 € y pico. . .