Me encantan lugares altos y por eso voy corriendo hasta el Faro de Tossa de Mar. Es un sitio maravilloso por sus roques, la vegetación abundante y el mar turqueza y cristalino con su espuma blanca arondeando los roques amarillos.
Un sonido débil de la oleaje suave se oye tranquilamente como una canción de cuna.
Pero los gaviotas gritan y maullan chillonmente.
La campana de la parroquia suena "las nueve".
Enciendo mi primera pipa al lado del faro que emite sus rayos ya.
¡ Qué va! Por el humo amargo mi boca se vuelve insensible. Brrrr. No puedo decir si aprovecho, pero la tecnica funciona en cada caso. No creo, que vaya a fumar mucho.
Mientras chupo la pipa, el pueblo se despierta. Las lamparas empiesan a dar más luz. Un bingobar pone música por las altavoces tan fortissimo que seguramente toda Tossa puede oirlas.
El rato tranquilo se ha acabado.
Bajo por los escaleras y tomo un camino pequeño. Murciélagos vuelen alrededor de los muros antiguos del castillo y los restos de la iglesia romana.
Grupos de chicos ingleses gritan.
Por el Passeig Maritim, donde estan los restaurantes alineados como si de una cadena uno tras otro, vuelvo a mi Hotel Hermes.
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